Museo del Arte Bonsái en Omiya

Creatividad, diseño y naturalidad

Hablar de diseño en bonsái, es referirse a los conceptos artísticos que se incorporan en la creación de este, como propuesta única y excluyente de las demás.

El diseño pone su énfasis en la singularidad, en resaltar o crear las características que de por si son irrepetibles, sin caer en la copia o la repetición de fórmulas, u otra forma de crear imágenes en serie, si es que esto pudiera realizarse.

Diseño en bonsái

Estos pueden ser espontáneos o estudiado, aunque siempre existe, la intención de intervenir el material, en este caso una planta viva, para expresar un enfoque personal y único, un juego creativo y una propuesta entre dos sujetos, entre árbol y hombre.

Museo del Arte Bonsái en OmiyaNo se podría hablar solo de la intervención del artista, en este caso, sobre un ser vivo y las limitaciones que plantea, para intentar llevar a cabo, cambios estructurales en aras de una idea de diseño.

No será lo mismo que hacerlo sobre una tela, donde se esparcen colores, para lograr la magia que tanto nos fascina. Esta acción, se limita a la intervención del artista sobre una materia sin oposición y por eso es solo el pintor, el que dispone cuales son los movimientos y cual la energía que aplicará en su acto.

En el caso del bonsái, es una interacción con un ser vivo, que entrega su propia versión de cómo quiere crecer y desarrollarse y cualquier idea que propongamos para mejorar esto, será en el ámbito de lo humano y como tal, propenso a cometer errores que tendrán un alto precio para el árbol y también para el soñador, que miraba con expectativas, los cambios realizados para un buen arte.

Cuantas veces en aras de esta idea, hemos perdido valiosos ejemplares por haber realizado, intervenciones arriesgadas pensando en los resultados. No dudo que en el arte bonsái es imprescindible intervenir nuestras plantas, para así expresarnos y sacar la mayor belleza escondida que haya en el sujeto que está frente a nosotros, pero para esto debemos considerar, que antes de empezar a entrenar al sujeto árbol, tendríamos que entrenarnos nosotros y ser exigentes con nosotros mismos, así como le exigimos a nuestros bonsái que respondan.

Contar con el conocimiento teórico y práctico para emprender iniciativas es en este caso, indispensable e inexcusable para los estudiantes, que pretendan acometer obras mayores.

Una vez superada esta instancia no menor, se nos abre la posibilidad de trabajar en un árbol, en armonía y de acuerdo a nuestro conocimiento, respetando sus ritmos y ciclos vitales y observando lo que aplicamos, para entender algo de lo que se deje entrever.

Esto también tiene que ver con la percepción que provoca en nosotros, la manera en que vemos ya sea por los medios o directamente, la forma en que intervienen los árboles en shows, videos y otros, donde sin que sepamos los cuidados que hay detrás de estos árboles, se nos puede llegar a ocurrir, que nosotros también podemos hacer lo mismo

En revistas se muestra cómo cambian radicalmente algunos árboles, en manos de maestros que los someten a grandes intervenciones, con resultados felices y comprobados en el tiempo y esto es porque detrás, hubo una labor de entrenamiento que consideró muchos factores, como el correcto abonado, descanso y recuperación de especies  o yamadori, la época adecuada y otras tantas.

Entonces a partir de ahí podemos adentrarnos en lo que el diseño como concepto artístico, nos tiene que decir refiriéndose al bonsai, en cuanto a cómo modificamos la naturaleza, para conseguir acotarla dentro de los cánones estéticos que imperen, según la moda o gustos personales.

Las medidas y proporciones en el diseño, que proponen las escuelas más difundidas del mundo, son cosas como que el diámetro de la base del tronco -tachiagari-, donde se une a las raíces (nebari), sea un sexto de la altura del árbol y que las ramas no sobrepasen de largo, lo que miden desde su base hasta el ápice.

En la era post Kimura, las propuestas han cambiado radicalmente y podemos ver bonsáis que poseen proporciones de 1 de ancho por 2 de alto (estilo luchador de sumo), o alargando el ápice hacia lo alto, con un tronco delgado y algunas, rayando en lo conceptual como el caso de los bonsái de Nick Lenz que incorpora en el bonsái elementos esculturales, maquetas, tallas en la madera con propósitos figurativos y otros tantos recursos conceptuales, que presentan al bonsái como un elemento más, dentro de una composición cargada de insinuaciones y alegorías, lo que no desmerece en lo más mínimo el carácter del bonsái, solo lo ubica en otro contexto.

Naturalidad asumida

Tomando en cuenta el espíritu del bonsái y pretendiendo no separarnos sin sentido de los fundamentos que abrazamos y acogimos en el sentido de crear cierta armonía entre elementos básicos, primarios y originales, donde con humildad y si se quiere, con wabi y sabi, pretendemos producir la alquimia y dar con el oro de la pureza y la piedra filosofal.

Un árbol, una maceta, un tiempo donde sople la inspiración sin oposición, el susurro del espíritu, el roce de la belleza y amigos con quienes compartir. Abrazar sin discernimiento postulados radicales, que inserten elementos inquietantes y manipulen la imagen del bonsái, desvirtuándolo de su pureza original, no son caminos conducentes, ni creo que aporten en el sentido de ser inspirada en la verdad y la belleza, donde sea posible mantener el dialogo entre la estética y la creación.

En China existe un jardín de bonsái que esta cultivando, ficus entre simulados pedazos de muralla de ladrillo, que en realidad son recipientes. Esto lo producen en serie y claro, cuando toca ver el primero parece interesante y después te encuentras con una fábrica de novedades, que los ofrece por kilo, un producto.

Esto no significa que el trabajo realizado por cualquiera persona, que tenga una idea que se separe de lo que nos arroguemos, como defensores de lo puro, esté infringiendo algún código ético, y muy por el contrario, está en pleno derecho de hacer lo que se le venga en ganas, sin ofender ni pasar por encima de otros.

Esto no quiere decir que no se pueda ser original, al contrario, existen muchos ejemplos de innovación donde es posible, percibir una propuesta sincera en aras de mayor libertad expresiva.

En Puerto Rico se realizan cuadros realizados con bonsái, piedras y otros elementos, así también en Indonesia, donde nuestro conocido artista Robert Stevens, también ocupa enmarcaciones en sus bonsái y penjing dándole mucha originalidad y es precisamente esta singularidad lo que lo hace, por otra parte, valioso.

El valor en tiempos de relativismo tiene sentidos multidireccionales y para todos los gustos y sin embargo, se puede aportar comentarios, en dirección a establecer un acercamiento de criterios, una base y fundamento a lo que queremos siga siendo, el arte del bonsái.

Esto no se desdice de que con independiente de los caminos, que deriven de la práctica de «cultivar árboles en maceta«, tengamos consenso en que el bonsái es un arte, que trata de representar a la naturaleza en su estado puro y sin intervención, que los elementos que integran su práctica son sencillos, macetas de barro, árboles, rocas o similares, etc, que en su diseño y creación existe respeto y una coherencia con la naturaleza y sus leyes desestimando la necesidad de ir en contra de su espíritu.

Entonces tenemos que al momento de diseñar el proyecto de bonsái que podría ser, «parecido al japonés» o al «estilo chino» es que ya nos metemos de lleno en nuestro tema propuesto y es «de que estamos hablando cuando hablamos de estilo».

Creatividad vs escuela tradicional

Es quizás, ¿más parecido al bonsái japonés lo que tenemos en mente? con el consiguiente rigor formal y la falta de «libertades interpretativas» que son tan conocidas, entre los que caminamos por estas sendas.

Lo que representa una tensión entre lo académico, que te da direcciones y límites, para desarrollar tu diseño dentro de esta norma, con lo que implica a la hora de resolver, que tienes ante ti un camino más o menos definido en la toma de decisiones, un norte por donde eliges como acercarte, como llegar.

Por otra parte está la libertad interpretativa y la intuición dejando el rigor formal relegado a un segundo plano. Existen líneas, masas, espacios, colores dispuestos para que realices con ellas, tu propia interpretación coherente de lo que es ese árbol en cuestión.

Entre estos dos estados pre creativos, está la capacidad de acercarnos o alejarnos de lo natural. En el caso de alejarnos hacia una abstracción, situación repetida como camino expresivo, en la historia de casi todas las artes, debemos entender bien cuál es el sentido, que le impusieron los maestros que lograron hacer de su pensamiento, una tradición.

Entenderlo desde dentro y desde afuera empapándonos, si es posible, de su sentido y su esencia. Incorporada la norma a nuestra «caja de herramientas», pondremos en práctica la meditación antes de la acción y esta nos revelará, si usamos o no la regla aprendida, tomando en cuenta los factores externos e internos, que determinan al sujeto árbol.

Consideraciones como armonía entre las partes, naturalidad, simpleza, ritmo, color, serenidad y tantas otras, son las palabras que articularan la frase «bonsái». Entonces entendiendo cuál de estas palabras le dan más sentido a la frase, construiremos nuestro diseño en torno, a cómo se conecta el resto de las palabras (argumentos formales y espirituales), a esta idea central general o al centro de interés, que se ha determinado.

De esto se desprende que un practicante de bonsái que está en la neutralidad y que puede tomar o dejar sugerencias, de todas las escuelas y culturas, salga beneficiado a la hora de interpretar como enfrentar el diseño, puesto que no se amarra a nada en particular y desde esa libertad podrá enfocarse.

Entendiendo que la cuestión de escuelas es una cosa, está el otro enfoque de lo que hace un diseño bien concebido y bien llevado a cabo, es el de que le imprimamos la naturalidad de la especie en cuestión, puesto que es importante no apartarnos de esta sugerencia. Un ciprés columnar crece y se desarrolla como tal y no es prudente desafiar a la naturaleza que lo formó, a que tome caminos diferentes, imponiéndole estilos caprichosos.

Esto redundará en contra del que así lo practique, pues tarde o temprano el proyecto se verá truncado, por carecer de sabiduría. El cultivo de árboles en pequeña escala, que conserven el carácter y la esencia de sus hermanos grandes, hace del bonsái su magia más preciada. Por eso a la hora de las decisiones, salgamos a caminar y observemos, si tenemos la posibilidad de hacerlo, como crecen nuestros árboles en formato gigante.

Dejémonos inspirar por la naturaleza y quizás nos regale alguno de sus secretos, quizás de como se armonizan todas las cosas, o como cooperan en simbiosis múltiple, los individuos y familias con el otro o los otros, o como cada ser es único e irrepetible y ninguno está de más, aunque todo sea único.

Carácter, independencia, sutileza, armonía, equilibrio, tranquilidad y otras tantas más, son las expresiones que logramos, cuando entramos a esta comunión entre un hombre y su árbol, dejándonos influenciar el uno por el otro y con el otro, conviviendo en unión simbiótica. Es un arte, es lenguaje y cultivo, matemática y poesía, es apego y desprendimiento, es un todo sin causa aparente salvo, su «valor» para el que está para apreciarlo.

Cuando haya algo que rescatar, después de que todo continúe, será quizás el haber tenido el privilegio, de ser partícipes del proceso creativo que implica, cultivar un árbol o criar un hijo o varios….en fin, lo que se recuerda es cuantos momentos de aquellos, anidaron en nuestro corazón y perduraron con su buen aroma.

Texto: Rafael Rebollo Crespo

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