Incluir un estanque dentro del diseño de nuestro jardín equivale a incluir uno de los elementos más destacados y llamativos de los muchos que tenemos a nuestra disposición.
El estanque atraerá invariablemente las primeras miradas y muy posiblemente se convierta en el elemento central entorno al que construir el jardín.
El agua crea un ambiente muy especial, refrescante en verano, siempre atractivo y relajante. Un estanque nos permitirá disfrutar de plantas que de otro modo sería imposible, no únicamente plantas acuaticas o palustres, sino también plantas un tanto delicadas con hojas propensas a dañarse ante la falta de humedad, como por ejemplo los arces japoneses (acer palmatum).
El estanque creará un microclima a su alrededor con un nivel de humedad más elevado.
Diseñar el estanque
El primer paso debe ser siempre meditar sobre un croquis o plano del jardín. ¿Cómo es? ¿Qué tamaño tiene? ¿Horas de sol que recibe?…
El estanque debe adecuar su tamaño al del propio jardín. Espacios reducidos requerirán de estanque pequeños. Es más, si el jardín es de pequeño tamaño, puede que la mejor solución para incorporar la presencia de agua no sea un estanque, sino una simple tina metálica, o de barro llena de agua.
Un estanque no es una piscina. Con un estanque tratamos de recrear la naturaleza y por tanto deberíamos huir en lo posible de las formas geométricas perfectas, deberíamos buscar la irregularidad. Los estanques rectangulares, cuadrados, redondos, etc., no resultan demasiado creibles si pretendemos incluirlos en un jardín con aspecto natural. En otro tipo de jardines más artificiosos pueden resultar adecuados.
El estanque debería recibir unas cuantas horas de sol al día, 4 ó 5 como mínimo. Favorecerá el desarrollo de la vegetación, al tiempo que evita una excesiva sensación de humedad fria en caso de encontrarse siempre a la sombra. Se debe vigilar el viento y situar el estanque en algún lugar resguardado ya que puede llegar a ser un inconveniente.
El estanque debería encontrarse a una cierta distancia de la vivienda. En jardínes de reducidas dimensiones evidentemente no tendremos mucho espacio con el que trabajar, pero por lo menos no deberíamos pegar el estanque a las paredes de la casa para evitar, entre otras cosas, potenciales problemas de humedad.
Situar el estanque bajo algunos árboles, o muy próximo a ellos, puede resultar atractivo visualmente, pero hemos de ser conscientes de los problemas que conlleva; por ejemplo la caida de hojas en otoño. Otro punto a tener en cuenta son las raíces de los árboles, pueden llegar a dañar las paredes del estanque.
Al construir nuestro estanque dispondremos de varias tipos posibles entre los que elegir. Los estanques apisonados son aquellos en los que no se añade nada como contención, únicamente el mismo suelo apisonado. Generalmente son de gran tamaño, casi como pequeños lagos, y construidos cerca de fuentes naturales de agua.
No son los más habituales en un jardín. Los estanques prefabricados son una opción muy utilizada.
Se presentan en multitud de formas y tamaños posibles, así como en diversos materiales, como por ejemplo fibra de vidrio. Son quizá los más sencillos de instalar pues la pileta ya viene construida, solo se debe colocar. Se pueden crear estanques mediante el uso de lonas plásticas impermeables.
No es demasiado complicado de instalar y su flexibilidad permite obtener resultados realmente naturales a poco que tengamos algo de imaginación. Finalmente tenemos los clásicos estanques de pieda, ladrillo, y cemento. Son quizá los que dan más trabajo para su instalación, pero son resistentes, duraderos, y permiten gran variedad de formas.
Plantas acuaticas
Como complemento ideal para nuestro estanque podemos seleccionar algunas plantas acuaticas o palustres que le den un toque de verde, incluso se pueden incluir carpas y anfibios.
En las zonas más profundas del estanque, con más de 40 centímetros, podremos plantar diferentes tipos de nenúfares y lotos. Al sombrear el agua ayudan a controlar la proliferación de algas. Su plantación es sencilla: en macetas sumergidas.
También podemos recurrir a plantas acuáticas flotantes, como por ejemplo la lenteja de agua (lemna minor) que actúa a modo de filtro biológico ayudando a mantener el augua limpia. Eso si, muchas se extienden con gran rapidez.
Si en el estanque tenemos además peces, incluir plantas que oxigenen el agua es buena idea. Estas plantas oxigenadoras se encuentran totalmente sumergidas. Finalmente no hay que descuidar los bordes del estanque.
En ellos tienen cabida las plantas palustres. La mayoría no necesitan mantener las raíces sumergidas permanentemente, pero si mucha humedad. Son la herramienta ideal para aportar naturalidad al estanque disimulando sus bordes.